Un acierto del Ministerio de Defensa bajo conducción de Rafael Rey es realzar los homenajes a los héroes y las conmemoraciones de las FFAA vinculadas al conflicto armado interno que vivió el país en las últimas décadas.
El aspecto cuestionable es el sentido que les da a estos tardíos reconocimientos y celebraciones, que no parecen enmarcados dentro de un proceso de reencuentro de las FFAA con el futuro y con un país democrático, sino inscritos dentro del regreso al pasado y del impulso al neomilitarismo que abandera el ministro. Esta impresión se ve reforzada por la propuesta hecha por el vicepresidente Giampietri (23.10.09) de construir un monumento a las víctimas del terrorismo precisamente junto al memorial El ojo que llora. Una muy explícita “batalla por la memoria”.
Reparaciones.
Pero incluso poniendo entre signos de interrogación la posible existencia de aspectos cuestionables en estos reconocimientos, lo que resulta increíble es que el Estado y las propias Fuerzas Armadas no los hayan hecho antes. Resulta inexcusable la deuda acumulada del Estado con sus propios servidores caídos en combate o discapacitados durante la violencia de las décadas de 1980-90.
En la ya mencionada entrevista en Prensa Libre (12.10.09), Rey se lamentaba de que el 8 de octubre[1] los medios no se hubieran centrado en la ceremonia de homenaje organizada por la Marina para sus efectivos caídos en la época del combate a SL, sino en las declaraciones del ministro sobre una posible renuncia al cargo si se despenalizaban ciertas causales de aborto.
Sin embargo, al menos Canal N reportó el homenaje[2]. De esa información destacaron dos aspectos. Uno fue la existencia en instalaciones de la Marina de Guerra de un monolito con los nombres de los marinos caídos en combate durante el conflicto interno, cuya existencia pocos conocen. El otro aspecto destacable fueron las declaraciones de varios asistentes, que revelaban la desidia del Estado: un veterano discapacitado al que no le otorgaban la pensión correspondiente; una viuda que no había recibido la vivienda prometida.
Aquí no cabe que Rey se rasgue las vestiduras y grite indignado: ¡dónde están los organismos defensores de Derechos Humanos!. Lo lógico es preguntarse, sin aspavientos pero con firmeza: dónde estaba el Estado, dónde los sucesivos gobiernos y cúpulas militares. Qué hicieron los gobiernos, desde Fujimori en adelante, para amortizar esta deuda. Por qué hasta hoy no se ha hecho [casi] nada por los ronderos. Jaime de Althaus, quien desde la década de 1980 escribía a su favor, se lo pregunta intermitentemente sin obtener respuesta.
Recién este 24 de octubre, con décadas de retraso, el ministro de Defensa anuncia el funcionamiento de un lugar especial para la atención de los discapacitados de las FF.AA. Pero otra vez, la noticia llega el mismo día en que se confirma que el Registro Único de Víctimas quedará sin presupuesto a partir de noviembre. ¿Es pura coincidencia o es parte de una política definida del gobierno con respecto no solo al sector Defensa sino a las secuelas del conflicto armado interno?
Memoriales.
El mismo asombro cabe en el terreno de la memoria. ¿Por qué el Estado no ha hecho [casi] nada para honrar la memoria de sus héroes y de sus muertos? Hay calles que llevan los nombres de los caídos en la guerra del Cenepa. Pero prácticamente no hay “lugares de memoria” para quienes murieron[3] o realizaron acciones heroicas en la lucha contra el terrorismo, aparte de los participantes en la Operación Chavín de Huántar.
Incluso en este caso: ¿por qué no se abre al público el “lugar de memoria” donde están las maquetas y la parafernalia de esa operación? ¿Por qué es restringido el acceso al museo de la DINCOTE donde se exhiben los materiales –incluyendo banderas, pancartas y artesanías- incautados a Sendero Luminoso? Diversos indicios y declaraciones revelan que en este último caso, una de las razones es la creencia de que los visitantes podrían terminar con una visión favorable a SL. Si así fuera, es un temor sorprendente a una ideología y a una organización no solo obsoleta sino repudiada por la inmensa mayoría de la población, que revela no solo una enorme desconfianza hacia los civiles sino una falta de convicción sobre sus razones y su actuación en esos años.
Teniendo en cuenta estos antecedentes y la existencia de una comisión encargada de diseñar y construir un Museo de la Memoria, la reciente propuesta del vicepresidente Giampietri sobre el levantamiento de un memorial lleva a preguntarse: ¿por qué no se les ocurrió antes a quienes se sintieron siempre incómodos con el Informe Final de la CVR? Como si ésta hubiera tenido no solo carácter vinculante sino capacidad de veto para cualquier otra exposición fotográfica que no fuera Yuyanapaq o la construcción de memoriales que no fueran el Ojo que Llora. ¿Por qué sólo profanarlo? ¿Por qué solo oponerse a la actual propuesta de Museo de la Memoria, llegando al extremo de amenazar a Salomón Lerner y matar cobardemente a sus perros como advertencia macabra, gemela de la lanzada hace casi tres décadas por Sendero Luminoso?
Sabemos en el caso de la profanación del Ojo que llora los responsables han sido los fujimoristas[4]. Las amenazas contra Lerner han sido cobardes y anónimas: el odio que no podía decir su nombre. No hay indicios de participación directa del gobierno ni de las FF:AA. Pero en el contexto general y ante el conjunto de iniciativas y acciones reseñadas, incluyendo las recientes exculpaciones a acusados de crímenes de lesa humanidad, cabe volver a preguntarse: ¿son puras coincidencias o parte de una política del gobierno con respecto al sector Defensa y a las secuelas del conflicto armado interno?
Si así fuera, las declaraciones de Rey no serían solo exabruptos o falta de criterio de un ministro ideologizado, polarizante o que se toca fácilmente de nervios, sino la punta de lanza de una estrategia que busca la impunidad para los crímenes de un pasado que algunos no quieren recordar y una situación privilegiada para los uniformados en el Perú de hoy, como parte de un proyecto que tiene al neomilitarismo como uno de sus vectores importantes, contradictorio por cierto con la acertada política exterior que busca contrarrestar la carrera armamentista en América del Sur.
En todo caso, estas contradicciones son compatibles con nuestro liberalismo inconsecuente: liberalización económica, sí; liberalización política y cultural, no necesariamente. Modernización de equipos militares, sí; modernización de la misión, la visión y el respeto a la institucionalidad democrática, es decir, reforma de la política de Defensa, de las instituciones militares y del liderazgo civil en el sector, eso no. Al menos no con este ministro, y tampoco con este gobierno.
Se podrían intentar explicaciones para estas conductas contradictorias, pero estas son solo preguntas a un ministro de Defensa que no conoce su sector pero tiene una agenda política muy definida, incluyendo una posible postulación a la presidencia el 2011, y a un presidente que comprende, pero calcula y decide darle un tácito aval al ministro.
El aspecto cuestionable es el sentido que les da a estos tardíos reconocimientos y celebraciones, que no parecen enmarcados dentro de un proceso de reencuentro de las FFAA con el futuro y con un país democrático, sino inscritos dentro del regreso al pasado y del impulso al neomilitarismo que abandera el ministro. Esta impresión se ve reforzada por la propuesta hecha por el vicepresidente Giampietri (23.10.09) de construir un monumento a las víctimas del terrorismo precisamente junto al memorial El ojo que llora. Una muy explícita “batalla por la memoria”.
Reparaciones.
Pero incluso poniendo entre signos de interrogación la posible existencia de aspectos cuestionables en estos reconocimientos, lo que resulta increíble es que el Estado y las propias Fuerzas Armadas no los hayan hecho antes. Resulta inexcusable la deuda acumulada del Estado con sus propios servidores caídos en combate o discapacitados durante la violencia de las décadas de 1980-90.
En la ya mencionada entrevista en Prensa Libre (12.10.09), Rey se lamentaba de que el 8 de octubre[1] los medios no se hubieran centrado en la ceremonia de homenaje organizada por la Marina para sus efectivos caídos en la época del combate a SL, sino en las declaraciones del ministro sobre una posible renuncia al cargo si se despenalizaban ciertas causales de aborto.
Sin embargo, al menos Canal N reportó el homenaje[2]. De esa información destacaron dos aspectos. Uno fue la existencia en instalaciones de la Marina de Guerra de un monolito con los nombres de los marinos caídos en combate durante el conflicto interno, cuya existencia pocos conocen. El otro aspecto destacable fueron las declaraciones de varios asistentes, que revelaban la desidia del Estado: un veterano discapacitado al que no le otorgaban la pensión correspondiente; una viuda que no había recibido la vivienda prometida.
Aquí no cabe que Rey se rasgue las vestiduras y grite indignado: ¡dónde están los organismos defensores de Derechos Humanos!. Lo lógico es preguntarse, sin aspavientos pero con firmeza: dónde estaba el Estado, dónde los sucesivos gobiernos y cúpulas militares. Qué hicieron los gobiernos, desde Fujimori en adelante, para amortizar esta deuda. Por qué hasta hoy no se ha hecho [casi] nada por los ronderos. Jaime de Althaus, quien desde la década de 1980 escribía a su favor, se lo pregunta intermitentemente sin obtener respuesta.
Recién este 24 de octubre, con décadas de retraso, el ministro de Defensa anuncia el funcionamiento de un lugar especial para la atención de los discapacitados de las FF.AA. Pero otra vez, la noticia llega el mismo día en que se confirma que el Registro Único de Víctimas quedará sin presupuesto a partir de noviembre. ¿Es pura coincidencia o es parte de una política definida del gobierno con respecto no solo al sector Defensa sino a las secuelas del conflicto armado interno?
Memoriales.
El mismo asombro cabe en el terreno de la memoria. ¿Por qué el Estado no ha hecho [casi] nada para honrar la memoria de sus héroes y de sus muertos? Hay calles que llevan los nombres de los caídos en la guerra del Cenepa. Pero prácticamente no hay “lugares de memoria” para quienes murieron[3] o realizaron acciones heroicas en la lucha contra el terrorismo, aparte de los participantes en la Operación Chavín de Huántar.
Incluso en este caso: ¿por qué no se abre al público el “lugar de memoria” donde están las maquetas y la parafernalia de esa operación? ¿Por qué es restringido el acceso al museo de la DINCOTE donde se exhiben los materiales –incluyendo banderas, pancartas y artesanías- incautados a Sendero Luminoso? Diversos indicios y declaraciones revelan que en este último caso, una de las razones es la creencia de que los visitantes podrían terminar con una visión favorable a SL. Si así fuera, es un temor sorprendente a una ideología y a una organización no solo obsoleta sino repudiada por la inmensa mayoría de la población, que revela no solo una enorme desconfianza hacia los civiles sino una falta de convicción sobre sus razones y su actuación en esos años.
Teniendo en cuenta estos antecedentes y la existencia de una comisión encargada de diseñar y construir un Museo de la Memoria, la reciente propuesta del vicepresidente Giampietri sobre el levantamiento de un memorial lleva a preguntarse: ¿por qué no se les ocurrió antes a quienes se sintieron siempre incómodos con el Informe Final de la CVR? Como si ésta hubiera tenido no solo carácter vinculante sino capacidad de veto para cualquier otra exposición fotográfica que no fuera Yuyanapaq o la construcción de memoriales que no fueran el Ojo que Llora. ¿Por qué sólo profanarlo? ¿Por qué solo oponerse a la actual propuesta de Museo de la Memoria, llegando al extremo de amenazar a Salomón Lerner y matar cobardemente a sus perros como advertencia macabra, gemela de la lanzada hace casi tres décadas por Sendero Luminoso?
Sabemos en el caso de la profanación del Ojo que llora los responsables han sido los fujimoristas[4]. Las amenazas contra Lerner han sido cobardes y anónimas: el odio que no podía decir su nombre. No hay indicios de participación directa del gobierno ni de las FF:AA. Pero en el contexto general y ante el conjunto de iniciativas y acciones reseñadas, incluyendo las recientes exculpaciones a acusados de crímenes de lesa humanidad, cabe volver a preguntarse: ¿son puras coincidencias o parte de una política del gobierno con respecto al sector Defensa y a las secuelas del conflicto armado interno?
Si así fuera, las declaraciones de Rey no serían solo exabruptos o falta de criterio de un ministro ideologizado, polarizante o que se toca fácilmente de nervios, sino la punta de lanza de una estrategia que busca la impunidad para los crímenes de un pasado que algunos no quieren recordar y una situación privilegiada para los uniformados en el Perú de hoy, como parte de un proyecto que tiene al neomilitarismo como uno de sus vectores importantes, contradictorio por cierto con la acertada política exterior que busca contrarrestar la carrera armamentista en América del Sur.
En todo caso, estas contradicciones son compatibles con nuestro liberalismo inconsecuente: liberalización económica, sí; liberalización política y cultural, no necesariamente. Modernización de equipos militares, sí; modernización de la misión, la visión y el respeto a la institucionalidad democrática, es decir, reforma de la política de Defensa, de las instituciones militares y del liderazgo civil en el sector, eso no. Al menos no con este ministro, y tampoco con este gobierno.
Se podrían intentar explicaciones para estas conductas contradictorias, pero estas son solo preguntas a un ministro de Defensa que no conoce su sector pero tiene una agenda política muy definida, incluyendo una posible postulación a la presidencia el 2011, y a un presidente que comprende, pero calcula y decide darle un tácito aval al ministro.
[1] Día del combate de Angamos y de la Marina de Guerra del Perú.
[2] Primero a las Ocho (8.10.09).
[3] Y siguen muriendo en el combate contra el narcotráfico y los rezagos de SL en el VRAE. Interesante que recién ahora Defensa proclame públicamente un héroe: el oficial Vejarano, caído en el VRAE a principios de septiembre.
[4] Debido a la inexistencia en la práctica del Movimiento Chim Pum Callao, al cual pertenece el vicepresidente Giampietri, no es posible saber si ese movimiento estaba de acuerdo con dichas acciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario