Por Ismael Vega*
El protagonismo de los pueblos indígenas amazónicos
El año 2009 se caracterizó por un escenario nacional especialmente marcado por la confrontación entre los pueblos indígenas amazónicos y el Estado y por las protestas de los primeros contra un conjunto de leyes que amenazaban sus derechos y que sin consulta alguna, el gobierno quería imponer. La incapacidad del gobierno para resolver esta situación fue creando las condiciones para crear un clima de polarización social que terminó con los lamentables sucesos de Bagua, donde murieron 33 personas.
En realidad, no estábamos ante un escenario del todo nuevo. La relación entre el Estado y los pueblos indígenas de la amazonía, desde el siglo XIX, época en que nace la República, siempre fue de dominación. Después de la independencia, el Estado promovió la colonización para “civilizar a los salvajes”, “mejorar la raza” y “para aprovechar las riquezas de la selva para el país”. Tal como sostiene Sinesio López, el ejercicio del poder estuvo basado en la dominación racial, étnica y social de las élites que sometieron a la mayor parte de la población mediante relaciones de servidumbre y discriminación étnica.
Lo nuevo en este escenario político, es el surgimiento de los pueblos indígenas de la Amazonía, como activos actores políticos exigiendo el respeto de su territorio y su derecho a ser consultados. A lo largo de casi 60 días hubo movilizaciones, se bloquearon carreteras, se instaló una mesa que nunca llegó a dialogar, el Congreso una vez más, estuvo de espaldas al país y el gobierno defendió su “derecho” a imponer sus leyes inspiradas en el “perro del hortelano”.
Todos estos factores y la simplificación de las implicancias positivas y/o negativas de las cuestionadas leyes terminaron por crear un escenario absolutamente polarizado que fue “resuelto” torpe y violentamente por un gobierno que siempre entendió que el “dialogo” consistía en hacer entender a los indígenas los grandes beneficios que les traerían las leyes. En el transcurso de las siguientes semanas, amplios sectores del país y de diversos lugares del mundo se fueron solidarizando con los pueblos indígenas exigiendo la derogatoria de los decretos y el reinicio de un amplio proceso de diálogo.
Estos acontecimientos, cuyo desenlace final constituye todavía un guión abierto, vuelven a plantear la pregunta respecto a la existencia y/o consistencia de un movimiento indígena amazónico. Como sabemos, a diferencia de otros países de la región andina, el nuestro no ha tenido un movimiento social indígena, sin embargo, considero que las recientes movilizaciones y protestas plantean un espacio propicio para volver a preguntarnos sobre la situación de tal movimiento para el caso amazónico.
De qué movimiento indígena amazónico hablamos
Más allá de las imágenes y los discursos que se han construido respecto a la existencia de un movimiento indígena, es necesario considerar algunos aspectos que nos pueden ayudar a entender en que momento se encuentran los pueblos indígenas amazónicos y a reconocer que la realidad es más compleja que nuestros deseos. Por las limitaciones de espacio, propios de un artículo, desarrollaré brevemente tres aspectos que me parecen importantes y que ponen en cuestión la asociación automática, que se hace entre las protestas y movilizaciones y la existencia de un movimiento social.
Cuando hablamos de movimiento social, se está haciendo referencia a un consistente conjunto de organizaciones nacionales, regionales y locales que responden a una estructura organizativa, con determinadas jerarquías políticas, cuyas acciones están orientadas por una agenda y una estrategia concertada, aceptada y acatada por todos. Se trata de una acción colectiva intencional con un proyecto determinado que se desarrolla con una lógica de reivindicación que plantea un cambio significativo, un nuevo modelo de desarrollo.
Al hablar de movimiento social también estamos aludiendo a una elite política de líderes y dirigentes que representa y convoca a la población alrededor de una propuesta alternativa. Esta elite es la que piensa y entiende los problemas de su pueblo y busca solucionarlos levantando una propuesta con la que se identifica. A partir de este liderazgo, las organizaciones de distinto nivel y jerarquía se adhieren a un programa cuyos objetivos estratégicos y acciones son consultadas y concertadas.
Un aspecto fundamental en un movimiento social, tiene que ver con la lealtad de los dirigentes intermedios y comunales respecto a los dirigentes nacionales. Para que un movimiento pueda consolidarse como tal debe existir una lealtad de la población con respecto a los líderes-dirigentes y al proyecto alternativo que enarbolan en nombre del movimiento que se quiere gestar. La lealtad debe estar basada en principios e ideales fuertemente interiorizados que hagan posible el fortalecimiento de la cohesión interna.
La construcción de un movimiento indígena amazónico
Hay dos temas que son claves para entender las movilizaciones y las protestas indígenas. Uno de ellos está relacionado con el hartazgo de los pueblos indígenas frente a la exclusión y la extrema pobreza en la que siguen viviendo sin la posibilidad de ejercer plenamente sus derechos ciudadanos. Esta situación real de postergación y exclusión histórica, es sin duda un problema estructural que constituye el telón de fondo que está detrás de las protestas por la derogatoria de los decretos de ley que amenazan sus derechos fundamentales.
Otro aspecto tiene que ver con un complejo proceso de relación entre las sociedades indígenas y la sociedad dominante en el país. La relación asimétrica y la influencia de la sociedad nacional respecto a las sociedades indígenas son de tal intensidad que resulta imposible imaginar que los pueblos indígenas la sigan mirando con los mismos ojos y expectativas de hace treinta años.
Las sociedades indígenas se han transformado de un modo especialmente intenso en el siglo XX; esto ha producido cambios de tal magnitud que actualmente están a la búsqueda de nuevas formas de expresión de sus identidades y de ejercicio de su ciudadanía y exigen a la sociedad nacional que más allá de la generación de expectativas, también ofrezca oportunidades para acceder a los beneficios de la modernidad y poder construir un desarrollo que respete su identidad cultural.
Lo que mostraron los acontecimientos que “culminaron” con los hechos de Bagua es un escenario, donde las organizaciones indígenas locales y regionales responden a lógicas y dinámicas que no necesariamente coinciden con las de la dirigencia que pretende liderarlas. Las organizaciones que participaron en el proceso de lucha tuvieron puntos de partida, velocidades y tiempos distintos. La convergencia lograda no necesariamente fue el resultado de un plan debatido, conocido y acordado por todos, ésta más bien fue dándose en el proceso mismo de las protestas.
El papel de las organizaciones de Pucallpa, Selva Central y el sur de la selva y particularmente la forma en que se dieron las luchas en el Alto Marañón y como fueron incorporándose a este proceso las organizaciones Aguaruna del Alto Marañón muestran las dificultades y lo incipiente de un movimiento que se expresa en las serias debilidades que todavía tienen los líderes y dirigentes indígenas amazónicos para superar sus diferencias y tener una lectura y una estrategia común.
Las relaciones entre las organizaciones indígenas nacionales como AIDESEP Y CONAP, y aquellas que representan a un conjunto de comunidades nativas ubicadas en las cuencas de los ríos, llamadas federaciones y entre estas y las comunidades que las conforman, son relaciones complejas en las que se cruzan discursos y prácticas marcadas por factores ligados a su identidad étnico cultural, al proceso histórico de su formación y de relaciones interétnicas y a las características que dominan el escenario político nacional y mundial entre otros.
Lo que sucedió en la práctica fue que la dirigencia indígena se movilizó y dialogó con el Estado y con diversas instituciones públicas y privadas pero al no existir eficaces mecanismos de comunicación y orientación hacia las organizaciones indígenas locales, los niveles de cohesión interna y de lealtad basada en principios u objetivos estratégicos necesarios para una acción colectiva se vieron seriamente afectados por la incertidumbre, la desinformación, el pragmatismo y las dinámicas propias de algunas zonas donde también se movilizó la población indígena.
También hay que tener en cuenta que al interior de AIDESEP, la organización más importante de los pueblos indígenas a nivel nacional, existía desde antes del inicio del paro amazónico, un conjunto de temas irresueltos que venían creando un clima de cuestionamiento y presión interna hacia los dirigentes nacionales; esta situación unida a los fraccionamientos internos que se comenzaron a producir en las federaciones y entre las comunidades como manifestación local de las tensiones en la cúpula dirigencial se convirtieron en pasivos que sin duda no contribuyeron al proceso de construcción de un movimiento social indígena amazónico.
Las organizaciones de los pueblos indígenas amazónicos han tenido un importante impulso gracias a la experiencia ganada, los logros acumulados y al surgimiento de nuevos líderes y dirigentes con formación profesional. La derogatoria de algunos de los decretos ley, resultado de las jornadas de lucha plantea nuevas tareas para avanzar en la construcción de un movimiento indígena amazónico.
Lo acumulado hasta el momento debe traducirse en una organización que supere sus contradicciones y en una elite con capacidad de agregación interna y externa, con objetivos comunes que trasciendan el espacio local y que incluya no sólo demandas sino también propuestas que promuevan un desarrollo que responda a su identidad cultural. Es decir, un movimiento con propuestas claras, con capacidad para colocarlas en la agenda pública y para implementar procesos exitosos de incidencia política.
Los pueblos indígenas amazónicos deben encontrar su propio camino que no tiene que ser necesariamente el mismo que siguieron países como Bolivia y Ecuador, un camino en el que tendrá que resolver la tendencia histórica de los movimientos sociales hacia la politización, ya que según A. Touraine, los movimientos sociales son por definición un componente fundamental de la política.
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* Ismael Vega es Magister en Antropología, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y consultor del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica (CAAAP)
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